Buenas noches, estoy en euforia post-creación del blog y me apetece aprovecharla. Son las 23.26 del catorce de febrero, en realidad casi estamos a quince. Tras 13 minutos no he conseguido nada decente que escribir.
Así que voy a improvisar algo: Erase una vez, en un lugar muy lejano, en un tiempo y espacio no demasiado definidos. Vagamente reconocibles por algo que no es demasiado importante para la historia, nació una princesa cuyo nombre prefiero no mencionar. Aunque del pecado si que podemos hablar. Una noche, a una edad no demasiado pronta para divagaciones ni demasiado lejana para demencias decidió, como hacen la mayoría de princesas de los cuentos, enamorarse. Pero ella era una mujer, no demasiado, con principios, tampoco muy definidos; pero si algo tenia claro, en realidad lo intentaba, era que no era suficientemente incauta para enamorarse de un simple campesino, como era tradición. Ella aspiraba a alguien de su categoría, ella estaba predestinada a hacer algo grande, enamorar a un príncipe. Quizá deba decir que sus padres eran plebeyos.
Tras escribir esto en veinte minutos, debo decir que honestamente, soy muy lento. A parte, me sorprende el rumbo que ha tomado la historia. ¿Por qué? Quizá es que todos aspiramos a ser algo grande, a superarnos a nosotros mismos y nuestras metas. El, nada es imposible. Lo único que se necesita es tiempo y eso es justamente lo que a mi me falta y me sobra a la vez, cuanto más tiempo tengo, más pierdo. Como aquella película, una de mis favoritas de cuando era pequeño. Momo, narra la historia de una niña, que vive en una sociedad en la que la gente tiene temor a perder el tiempo, robado por los hombres grises y su intento de huir. De poder perder el tiempo, que al fin y al cabo, eso es lo importante. Volver la vista atrás y descubrir que has dedicado la mitad de tu día a ti, y no sentirte mal por ello, no hacer trescientas actividades extra escolares para sentir que haces algo útil: música, teatro, baile, fútbol, baloncesto. ¿Donde quedó aquella actividad tan saludable? Sí, hablo de pensar. Pensar es aquello que los torpes creen que poseen y los genios aspiran a hacerlo. Pensar es aquello que en ocasiones creo que consigo, y posteriormente divago en textos sin sentido, redundando aquello que ya he dicho, una, otra y otra vez. En fin, creo que mi capacidad de perder el tiempo es asombrosa. Son las 00.26 minutos del quince de febrero.
Para los nocturnos. Por favor perded el tiempo. Dormir, al fin y al cabo, no es demasiado importante, nadie ha muerto por no dormir, al menos que haya sobrevivido para contarlo.
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