martes, 15 de febrero de 2011

Fuera del mundo.

Yo, ¿Qué soy yo? Todos nos lo hemos preguntado alguna vez. Yo soy yo y mis circunstancias, dijo alguno. Yo soy lo que ves, dijo otro. Yo soy lo que como, dijo un anuncio de televisión. Yo, no creo que se le deba dar demasiada importancia a lo que hacemos. Al fin y al cabo todos acabaremos siendo pasto de los buitres.

¿Y porqué fuera del mundo? Fuera del mundo fue el primer poema que me aprendí de memoria. "Algún día -¿tal vez penosamente?- Me dormiré, tranquilo, sosegado. No me despertaré por la mañana. Ni por la tarde. ¿Nunca?" Actualmente, no hay nada que desearía más que irme de este mundo, huir; lo más lejos posible, no mirar atrás hasta que el reloj hubiese dado mil vueltas a la aguja de los problemas y hubiese encontrado las soluciones. Me gustaría conocer cual es el olor lejos de este pútrido agujero infernal, rodeado por buenos modales, rutinas, conversaciones monótonas, calles demasiado transitadas por gente que jamas volveré a ver en el mundo del consciente, no en el de mis sueños. ¿Qué me deparará el futuro? Parezco un jugador de volleyball con ambas muñecas rotas.

¿Y qué hacer si tu profesora de lengua castellana acaba teniendo razón y todos descubriremos algún día que, sin darnos apenas cuenta, la mayoría de nuestros sueños acaban por no  cumplirse? Quizá es que el displacer freudiano, al fin y al cabo, es cierto. Quizá es que lo único que nos hace estar vivos es el dolor. Sin dolor no conoceríamos el placer; y, ¿no es eso lo que todos deseamos? Placer.

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