jueves, 3 de marzo de 2011

No hay título para los sentimientos.

Las nubes se movieron, otra vez. Unas lágrimas contenidas volvieron a sus ojos mientras veía la lluvia caer. La primera cayo de la mejilla izquierda. Se sentía pequeño. Como si hubiese estado a oscuras. Como si jamás hubiese visto la luz del sol y este le hubiese quemado las retinas. No tenía unos ojos bonitos. Tenía la nariz un poco demasiado grande. Le faltaban dos dientes de nacimiento. Y seguía llorando. Sin sollozar. Las lágrimas simplemente se amontonaban es sus pupilas, y caían. Estaba sentado encima del escritorio. Observaba la calle a través de una ventana que hacía tiempo que debería haber lavado. Las gotas de lluvia ensuciaban los coches, que llevaban polvo encima del capó. Hacía mucho tiempo que no llovía. Y siempre que lo hacía era de noche, no tenía tiempo para disfrutarlo. Quería gritar. Quería enfadarse. Pero no sabía muy bien porqué, ni con quién. Simplemente estaba decepcionado. No era una decepción con motivo alguno. Tampoco llevaba días de tristeza. Algo tenía claro, no era un bajón adolescente. Aquella sensación era nueva, y además estaba seguro que no podía hablarlo con su madre, ni con su padre, ellos jamás lo habrían sentido, se les veía en la cara que aún eran felices. Sabía a ciencia cierta que aquello cambiaría su vida, toda su vida presente y futura. Vería diferente el pasado. Sus ojos eran de un marrón oscuro. Como los de la mayoría de la gente. No vestía a la moda, tampoco llamaba la atención. Llevaba un peinado normal. Su nombre no parecía destinado a nada importante, ninguna historia de amor tendría como protagonista a un Christian. No podía dejar de llorar. Siempre había tenido esa virtud, no lloraba pero cuando empezaba no podía parar. Se sentía vacío, dolido con aquellos con los que alguna vez consideró, y seguiría considerando sus amigos aunque a partir de entonces las medias sonrisas y las sonrisas forzadas serían su máscara. Su manera de reprimir aquel sentimiento que le obligaba a esconderse bajo la manta. Aquel sentimiento que le obligaba a huir de todo aquello. Aquel sentimiento que le pedía cambios que a su edad no podía satisfacer.

¿Y el mañana? El mañana siguió igual. Aunque por fin lo vio, vio que todo aquello que le había hecho feliz, o que al menos él lo creía, se había esfumado y no volvería. De sus ojos no volvió a caer una lagrima más. Todo aquello que le pasaría ya se lo había imaginado aquella noche, esa noche en la que acepto el sentido de la vida, el sentido de su vida, aquel sentido cuyo único objetivo es no conocer su propio sentido para seguir siendo feliz.

1 comentario:

  1. No tenía unos ojos bonitos. Tenía la nariz un poco demasiado grande. Le faltaban dos dientes de nacimiento.(Tot allò que tant m'encanta, t'estimo! Els teus ulls.. El teu nas tant seductor i aquelles dentetes. ETS PRECIÓS!)
    No vestía a la moda, tampoco llamaba la atención.(Hà! I que més. Vesteixes genial, moles un munt... i sempre has captat la meva atenció, això vull que ho tinguis clar!)
    Su nombre no parecía destinado a nada importante, ninguna historia de amor tendría como protagonista a un Christian. (I al final.. i després de molt patir una història d'amor va tenir com a protagonista un Christian.

    T'ESTIMO AMORR!

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