martes, 24 de abril de 2012

Nubes blancas.


**La no-premiada nubes blancas.

Abrió sus ojos de color oscuro en medio de la soledad de aquella habitación. No la reconocía, nunca había estado allí. Entraba luz por una gran ventana, situada a su izquierda, y el viento ondeaba las cortinas blancas suavemente. Giró la cabeza con gran dificultad, le molestaba el sol de la mañana en la cara, aún debía ser muy temprano. Examinó la estancia, era cuadrada, enfrente una puerta blanca, sin pomo; a su derecha, una pequeña cómoda era lo único que adornaba la habitación, con un espejo deslucido colgado encima. En él podía ver su alma. Era un buen hombre, o lo había intentado ser, sin más pecado que su estrella, negra como el color de sus ojos, que le había hecho sufrir una vida verdaderamente difícil.
Tenía mucho sueño, y aunque puso todo su empeño en luchar contra él, le venció. En su cara se marcaba su experiencia, la experiencia de un hombre que había luchado contra muchos enemigos, y que pocas veces había salido victorioso. Despertó mucho tiempo después, otra mañana cálida, en la que el sol volvió a calentarle la cara. Entonces tenía mas fuerza, no sabía si aún soñaba, le pareció estar en una nube, blanda y húmeda, dulce y ligera; se levantó de la cama. Se sorprendió al ver un bastón al pie de la cama, de color marrón, fuerte. No lo necesitaba, estaba excitado, sentía la fuerza y la temeridad de un joven imberbe que aún no había salido de su cuna, se dirigió hacia la puerta y quiso salir, pero no encontró el pomo, estaba encerrado.
Se giró decepcionado hacia la ventana, y pensó en observar a través de ella mientras se lamentaba de su fallido intento de huida. Al girar la cabeza de nuevo, vio como la puerta estaba abierta y sin preocuparse por el cómo ni el porqué siguió avanzando a un ritmo lento. Salió de aquella habitación para acceder a un pasillo blanco: con blancas paredes, blancos techos y blancas puertas. Su ojos oscuros no alcanzaban a ver el final de aquel pasillo, y hacia esa infinidad se dirigió. Empezó contando cuantas puertas dejaba atrás, para luego poder volver, pero tras llegar a números mayores de veinte se descontó, y lo prefirió así. Camino largos minutos sin resultado alguno, sin más visión que aquel blanco mortecino que ya no impresionaba a sus ojos. Al no obtener resultado con la marcha, entró en una habitación, cuya puerta ya estaba abierta.
Se asomó con gran curiosidad, con la sonrisa de aquel niño pequeño que esconde un caramelo detrás de su espalda y con la seriedad de un ser mayor que no quiere molestar. No había nadie en la habitación, mas que una cama desecha, con un bastón marrón apoyado al pie, una cómoda con un espejo, también bastante sucio, y una ventana con cortinas blancas. Se acercó a la cama y puso la palma de su mano sobre las sábanas, estaban calientes, la persona que allí hubiese dormido le contaría cómo salir, sólo tenía que esperar.
Se entretuvo curioseando la habitación, se miró al espejo, en él se vio más mayor y más cansado que en su habitación, debía ser de peor calidad. Se le veía la cara cansada, con sus facciones aún más marcadas, más edad en su rostro y en sus rodillas. En realidad estaba cansado, decidió usar el bastón de la persona que allí debía vivir. Caminó con la ayuda del bastón hasta la cama, y se sentó en dirección a la ventana. Se estremeció, el sol que le golpeaba en la cara venía de la ventana, pero en ella no se veía nada, se levantó con esfuerzo y se descanso sobre el alféizar, tuvo miedo, en aquella ventana no veía nada más allá que su nariz, sólo el mismo blanco incandescente que le perseguía allí donde fuera. De la ventana sólo recibía aquel sol, que no se apagaba ni un segundo des de que había despertado, y una pequeña brisa, suficiente para remover las cortinas. Aquel hombre empezó a sentir pánico cuando pasaron horas y más horas y nadie aparecía, no sabía qué hacer, no tenía ningún tipo de información. Dando vueltas por la habitación, se encontró de caras con el espejo y en él no quiso ver cómo en sus ojos se encendía aquel ápice de locura que tienen los hombres desesperados.
En un último intento para escapar, empujó la cama contra la pared donde estaba la ventana y se subió encima, apoyando sus manos arrugadas en la ventana. El viento le refrescó los pulmones y le despeinó el pelo, sin bacilar, se dejo arrastrar por el blanco de la ventana hacia el vacío.
Se despertó entre sudores, aunque sin sobresaltos, se levantó tan rápido como pudo de la cama y corrió hacia el espejo. Tenía la cara intensamente cansada, exhausta, podía ver cómo circulaba la sangre por las venas de su cuello, hinchadas. Acercó la mano al bastón y con su ayuda se acercó a la cama. Supo que nunca más podría salir de allí.

sábado, 14 de abril de 2012

Espejo traslúcido.


Agostado entre cenizas
de cigarros no encendidos
y fuegos no pensados
que aún esperan ser vistos.
Necesidades imperiosas,
lujurias muy castas,
soberbias más humanas.
¡hasta envidia regalada!
La avaricia rompe el saco,
que cae en otro más grande,
y el que no quiera comer
¡que la gula le masturbe!
Más pereza no tendrá.

viernes, 13 de abril de 2012

Espejo deslucido.


Cuando pierdes todo aquello,
que creíste poseer,
más quizá así lo hiciste,
te das cuenta, cuanto puedes,
de que aquello que quisiste,
no era vencer.
Sigues, continúas,
en ello, una necesidad tardía,
quizá necesites olvidar,
que una vez, perdiste
la melena al vuelo,
olvidaste qué señuelo,
dejó en ti aquella mujer.