En los últimos años hemos avanzado a pasos agigantados. Una evolución que se ha vuelto absolutamente degenerativa con el paso de este tiempo. Entonces se nacía para conseguir un objetivo, enriquecerse, sobrevivir, luchar por tus ideales. La generación actual es huérfana, no existe nada que hacer más allá de entretenerse lo suficiente para tener la sensación de haber vivido, y todo intento de imitación del pasado se diluye por la falta de autenticidad.
Cuando le pregunto a mi abuela qué es vivir, siempre me ha respondido que vivir era conseguir aquello que te propones, con esfuerzo; unos valores que esta des-evolución ha rehuido hasta el punto que en la actualidad la mayoría de los jóvenes no son capaces de encontrar más vida que los vicios nocturnos y el hedonismo despropositado, todo ello complementado con una perfecta imitación conjunta para reafirmar sus doctrinas y no sentirse unos payasos. Este estilo de vida impide pensar, ofusca la mente.
Nosotros no hemos montado el mundo; más bien, el mundo que nos hemos encontrado nos ha hecho cambiar nuestros instintos. Ha suprimido toda necesidad vital; la comida es un vicio, no una necesidad, igual que la bebida o el amor, simples productos edulcorados para hacernos sentir una adrenalina que hace mucho tiempo que se extinguió.
Si nos fijamos, todo aquello que nos adentra en el mundo espiritual o intelectual también es puro entretenimiento: la música, los libros, la televisión, las iglesias. No somos libres para decidir qué hacemos, somos libres para decidir en que gastar nuestro tiempo antes de que la siguiente generación nos reemplace, sin más objetivo que el que nosotros les dejamos como legado. Somos los hijos ilegítimos del destino.
És genial Christian, per fi renoves joder! M'encanta com escrius, ja em deixaràs que penji aquest text un dia al face (posaré que és teu). Petonarru!
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